Como optometrista de atención primaria, reconozco que algunos pacientes pueden venir solo para una consulta única.

Un paciente joven puede obtener gafas o lentes de contacto y luego irse cuando se marcha a la universidad, sin volver nunca más.

Sin embargo, hay otros pacientes que han permanecido en mi práctica durante muchos años, y es mi responsabilidad asegurarme de que su salud ocular sea manejada de manera continua, con diagnósticos y tratamientos adecuados cuando sea necesario.

Cuando diagnostico glaucoma por primera vez en un paciente, marca el inicio de un viaje educativo continuo. Aunque hablo del glaucoma regularmente, para muchos pacientes es la primera vez que escuchan sobre esta condición. Su reacción inicial a menudo es: “¿Me estoy quedando ciego?”. En esos momentos, mantengo la calma y ofrezco tranquilidad. Explico que realizaremos más pruebas para entender la gravedad de la enfermedad y les digo: “Tu nivel de preocupación debe coincidir con el mío. Si estoy preocupado, te lo diré y lo abordaremos juntos”. Mi objetivo es que sientan confianza en que los guiaré a través del tratamiento necesario, ajustaremos los medicamentos según sea necesario y los ayudaré con los pasos a seguir si la condición progresa.

También es crucial que los pacientes comprendan la seriedad del glaucoma, una condición que a menudo no presenta síntomas notables en las primeras etapas. Subrayo la importancia de seguir el tratamiento para prevenir su avance. Me aseguro de mostrarles los resultados de sus pruebas, comparando su presión intraocular (PIO), campo visual e imágenes del nervio óptico con las de un ojo saludable y ojos con glaucoma más avanzado. Les recuerdo que, aunque el glaucoma generalmente progresa lentamente, cualquier cambio que ocurra es irreversible.

Para que los pacientes comprendan completamente su condición, me concentro en la consistencia en mi comunicación. Durante cada visita, reviso su PIO actual, nuestro objetivo de PIO, y comparo los resultados de las pruebas pasadas y actuales. También hablamos sobre cómo se sienten, si están siguiendo su tratamiento con las gotas para los ojos y si están omitiendo alguna dosis. A menudo les pido que me muestren cómo aplican las gotas.

En lugar de reprender a los pacientes por omitir dosis, trato de ser comprensivo. Muchos pacientes se sienten culpables por no seguir las instrucciones, y no quiero que eso los desanime de mantenerse en su plan de tratamiento. En cambio, trabajo con ellos para identificar cualquier desafío que puedan enfrentar en el manejo de su medicación. Por ejemplo, si tienen dificultad para apretar el gotero debido a artritis o temblores en las manos, puedo proporcionarles un dispositivo de auto-presión para facilitarles la tarea.

Para los pacientes con mayor riesgo de progresión severa, ya sea debido a un historial familiar fuerte de glaucoma, lesiones oculares previas o inflamación significativa, tengo esa conversación desde el principio. Les hago saber: “Vamos a trabajar juntos de cerca, y estaré monitoreando tus ojos regularmente”.

Es un privilegio y una responsabilidad seguir a los pacientes con glaucoma a lo largo del tiempo. Cada año, trabajamos juntos para ayudar a preservar su visión. Cuando la enfermedad progresa, como a menudo sucede, es momento de discutir tratamientos adicionales, como la cirugía si es necesario, y ofrecer el apoyo y la compasión que necesitan para manejar la siguiente fase de su cuidado.

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